viernes, 9 de marzo de 2012

El Exito

Hay muchas maneras de definir el éxito. Cada persona tiene, consciente o inconsciente, una medida interior de lo que para él significa el éxito. Hay, además, diversas dimensiones para medir el éxito: personal, emocional, intelectual, espiritual, etc., cada una de ellas tan válida como lo anterior porque, al final, están directamente vinculadas con la misión o propósito que cada uno siente que tiene en la vida.

Sin entrar en un análisis profundo ni en una deliberación respecto a cuáles medidas son más válidas que otras (si es que esto es posible), hay una pequeña medida del éxito que me parece si es transversal y a la cual nos vemos enfrentados todos los días. Esta medida del éxito tiene que ver con una cosa extremadamente simple y que es la ejecución exitosa de una asignación o tarea. Todos, ya sea como gestores y/o como ejecutores, debemos hacer tareas como parte de nuestro trabajo diario. Estas tareas pueden tener diversas complejidades y duraciones pero, lo que las caracteriza, es que muchas veces no van a estar directamente relacionadas con las medidas de éxito anteriores, es decir, en términos simples, son simplemente cosas que hay que hacer.

En este contexto, la medida del éxito, aquello que determina si una tarea se hizo correctamente o no, se diluye y es muchas veces es más compleja de determinar, se ignora y/o simplemente no se considera durante la ejecución de la misma. La rutina muchas veces impacta fuertemente en este proceso ya que reduce casi a cero la capacidad de ser crítico respecto al que hacer. En lo personal, me parece que hay una pregunta muy simple que permite establecer claramente el éxito en la ejecución de una tarea: ¿Por qué?. Y con esto no me refiero a una actitud desafiante respecto a las razones por las que se debe realizar la tarea sino, más bien, a las razón por la cual se desea realizar una tarea, es decir, aquello que determinará el éxito o el fracaso en su ejecución.

Para los que tenemos hijos, esta es una pregunta recurrente, casi constante, que permite a los niños intentar comprender la realidad y comenzar a realizar un proceso de razonamiento respecto a su entorno. La pregunta muchas veces la hacen aún cuando comprenden lo que sucede. Algo así como un modo de reafirmar la comprensión de su entorno. Pero, lo más importante, es que este proceso lo repiten una y otra vez hasta lograr comprender la razón de las cosas. Esta etapa comienza a los tres años y se conoce como la "Edad de los Porqué".

Hace algunas semanas atrás, el reloj de control de asistencia de la empresa en la que trabajo se llenó. Como resultado de esto, cada vez que una persona marcaba su asistencia, el reloj informaba que estaba lleno y que no podía registrar el evento. Adicionalmente, indicaba que era necesario vaciar el reloj. Estuvo así algunos días y como tengo la suerte de estar a dos metros de él, reporté la situación a los encargados. Mi mensaje fue simple: "Hola. Sabes que el reloj de asistencia está lleno y hay que limpiarlo porque no está registrando la asistencia de las personas". Acusaron recibo de mi mensaje y me indicaron que lo resolverían.

Días después, al regresar del almuerzo, encontré a una persona frente al reloj con herramientas y actitud de reparación. Me alegré por la situación y me senté a trabajar (a dos metros del reloj) en mi oficina. Después de unas dos horas, la persona concluyó su trabajo e informó a la secretaria que había terminado. La secretaria, que por suerte estaba al tanto del problema, le indicó al técnico que revisaría el funcionamiento por lo que puso su dedo para marcar la asistencia. Después de un momento, la respuesta del reloj fue precisa:

"El reloj está lleno. Por favor descargue los registros para limpiar el reloj. Gracias".

Aún cuando no vi la cara de sorpresa de la secretaria puedo imaginármela. Inmediatamente le exigió una explicación al técnico respecto a porqué, después de dos horas de trabajo, el problema original (que el reloj estaba lleno) aún no se había corregido. La respuesta del técnico fue sorprendente y, a la vez, deprimente:

- A mi me dijeron que había que limpiar el reloj y eso hice. Limpie la carcaza, el lector, la botonera, etc.

El problema de lo anterior, independiente de que uno pudiera buscar un culpable, es que el problema no se resolvió y, por lo tanto, se perdieron recursos. Al final, lo más importante es que los problemas se resuelvan, se solucionen y se solucionen bien. En mi experiencia, siempre hay problemas y soñar un mundo sin problemas es una utopía, por tal razón, lo que hay que hacer es enfrentar los problemas y resolverlos y, ojalá, tratar de resolverlos para que no vuelvan a ocurrir.

En el contexto del arreglo del reloj, hay varios participantes y contextos de comunicación que involucrados:

Yo right Encargado (para informar sobre la falla del reloj)
Encargado right Empresa (para solicitar la "limpieza" del reloj)
Empresa right Empleado (para asignar la ejecución de la tarea)
Empleado right Secretaria (para comenzar el trabajo y para informar el término)

Considerando lo anterior, hay varias partes del flujo que podrían haber detenido el proceso y/o asegurado el éxito simplemente haciendo la pregunta: ¿Por qué?

Empresa right Encargado ¿Por qué requieren una limpieza? ¿Cuál es el problema?
Encargado right Empresa ¿Por qué hay que limpiar el reloj?
Secretaria right Empleado ¿Cómo va a limpiar el reloj? ¿Usted sabe cuál es el problema?

En definitiva, una manera relativamente simple de asegurar el éxito en la ejecución de una tarea en el día a día es volviendo atrás el tiempo y haciendo la pregunta ¿Por qué? más veces de lo necesario. Al final, hay que recordar siempre lo que decía Ortega y Gasset:

"Quien hace una pregunta, teme parecer ignorante durante cinco minutos. Quien no pregunta se mantiene ignorante toda la vida"

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